María, una mujer de 49 años y madre de dos adolescentes, ha transitado una vida marcada por el dolor, por las vicisitudes y exigencias de la vida. Desde temprana edad ha experimentado el rechazo de sus hermanos y ha debido cargar con duelos no resueltos tras la muerte de sus padres. Más adelante, la ruptura con su pareja provocada por la infidelidad y el abandono del padre de sus hijos, terminó de fragmentar la estabilidad emocional y económica de su hogar.
La protagonista de esta historia es una enfermera: acostumbrada a cuidar y preservar la salud desde el amor y la compasión por sus pacientes. No obstante, María en uno de sus varios roles (madre, hija, hermana, empleada, amiga), ha generado -como ironía de los agentes en salud- una enfermedad ocasionada por el agotamiento físico, mental y emocional que conlleva ser cuidadora y dependiente de personas enfermas: el síndrome de la cuidadora quemada.
Su hija de 14 años, quien padece de varias enfermedades visuales y oculares: catarata congénita, nistagmo, estrabismo y desprendimiento de retina obligaron a María a sostener una rutina exigente entre citas médicas, procedimientos clínicos y cuidados diarios. Paralelamente, su hijo de 17 años transita la adolescencia, demandando acompañamiento y cuidados propios de esta edad.
En este escenario, diferentes disciplinas han incidido en la vida de María y sus hijos, brindando apoyos que permiten sobrellevar sus múltiples exigencias:
- Optometría y oftalmología: estos servicios no solo han diagnosticado, tratado y preservado la funcionalidad visual de la hija de María, aún más, le han dado esperanza para preservar su salud visual a través de los diferentes tratamientos.
- Psicología: este servicio se ha constituido en un espacio vital. Para María, representa un refugio donde procesar duelos pendientes, heridas emocionales y el agotamiento derivado del cuidado. Por otro lado, para su hija, constituye un soporte frente a las inseguridades y miedos que genera su condición visual y para su hijo mayor, un espacio que le permite elaborar sus propias vivencias y no quedar relegado en el silencio familiar.
Trabajo social: ha sido un puente disciplinar que ha facilitado el acceso a programas de apoyo económico, recursos educativos y redes comunitarias que contribuyen a disminuir la soledad y precariedad que María ha enfrentado casi en solitario.
Esta es la historia de María y sus hijos. No significa el mero cúmulo de sufrimientos que hoy por hoy estamos acostumbrados a conocer y dejar pasar desapercibidos; refleja el proceso en el cual la intervención interdisciplinaria permite la apertura de caminos hacia nuevas maneras de sostenimiento y resiliencia. La optometría y la oftalmología cuidan la visión de su hija; la psicología resguarda la salud emocional de toda la familia y el trabajo social fortalece las bases de apoyo que hacen posible resistir y continuar.
Como vemos, el cuidado de un enfermo no puede recaer en una sola persona. Por el contrario, es una responsabilidad que debe compartirse entre familiares y/o allegados garantizando el acompañamiento humano y el apoyo que requiere la enfermedad de un ser querido.
Autoras:
Alexandra del Pilar Torres Lara – Psicología
Marianela Robles Vásquez - Trabajo Social
Equipo adscrito al Programa Integral del Adulto Mayor
Clínica de Optometría - Universidad de La Salle
Este síndrome es más frecuente de lo que pensamos. Sin duda, la enfermedad personal es una tribulación familiar.

El síndrome de la cuidadora o cuidador quemado impacta negativamente a miles de personas y familias.

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