El recorrido emprendido en las reflexiones lasallistas ha recordado realidades que afectan y disminuyen nuestra capacidad de crecer y construirnos socialmente: carencia de consciencia ecológica, corrupción, intolerancia, indiferencia, pero a la vez han mostrado alternativas que pueden transformarlas, como la responsabilidad social, la honestidad, el sentido de la verdad y la solidaridad.
En este mes la invitación, especialmente hoy, es a detenernos y pensar: ¿qué principios nos motivan?, ¿cómo comunicamos nuestras opiniones? ¿cómo resolvemos nuestras diferencias?, ¿qué hacemos cuando la ira, la desesperanza y la venganza anidan nuestro pensamiento?, ¿qué sentimientos negativos aún persisten en nuestro interior? porque podemos tener grandes ideas y nobles sentimientos pero la forma cómo los expresamos y cómo los resolvemos pueden fortalecer o desvirtuar la grandeza y la nobleza del afecto humano, unir o dividir la sociedad, robustecer o fragmentar las interacciones, y al final, desembocar en la alegría de la fraternidad y la unión o en la tristeza del conflicto y las guerras.
Afortunadamente, se nos ha revelado el camino, la verdad y la vida que permite discernir con sabiduría lo mejor para todos, aunque algunas veces las respuestas sean muy contrarias a la alegría y la caridad propuestas por el señor. ten presente que: la alegría de los justos está originada por el amor de dios, que se asienta en el fondo de su corazón, y como el objeto de este amor es un bien inalterable, inmutable y eterno, porque, mientras la caridad mantenga sus almas unidas a dios, no podrán verse turbados en la posesión de tan delicioso gozo¨. (med. 34, iii)
Contemplemos el panorama mundial desintegrandose por guerras que reflejan esas respuestas contrarias: rebeliones civiles en Ucrania y Yemení; acciones armadas en Afganistán, Irak, Siria, Yemen, Somalia, Libia, Nigeria; conflictos en Venezuela y Nicaragua; inestabilidad del proceso de paz y surgimiento de grupos criminales en nuestro país, se convierten en el resultado de un desenfreno individualista incontrolable que solo causa desplazamiento, pobreza y muerte.
Seamos conscientes que hacemos parte de la internacionalización de las culturas, la globalización de los mercados, la identidad mundial, los avances científicos, la era digital y el descubrimiento de nuevos mundos, que generan desafíos y oportunidades pero que en sus excesos solo nos han convertido en seres impulsivos y reaccionarios de un nuevo componente que empieza a dominar las redes sociales, las series de entretenimiento, los discursos proselitistas, los acontecimientos mundiales: la desintegración.
Pero, por qué actuamos de esa forma si contamos con una estructura natural que posibilita crear, sentir y razonar. Si genéticamente somos organismos conformados por relaciones biológicas vinculadas al medio, la supervivencia, el crecimiento, la organización y el control; con destrezas para proyectar la propia existencia en relación consigo mismo, los otros y el entorno; con capacidades para interactuar en una realidad dotada de significados, comportamientos y normas que facilitan crecer en y como grupo.
Asimismo, nuestro fundador nos propone la fraternidad como plan de vida y programa de trabajo para la concertación, el diálogo y la reconciliación. Recordemos que ¨Dios nos ha concedido la gracia de llamarnos a vivir en comunidad, no hay nada que debamos pedirle con mayor insistencia que esta unión de espíritu y de corazón con nuestros hermanos; pues sólo a través de esta unión alcanzaremos la paz que debe constituir toda la dicha de nuestra vida. Pidamos, pues, al dios de los corazones, que del tuyo y del de tus hermanos forme uno solo en el de Jesús¨ (med. 39, iii). Es el reconocimiento en la fiesta de la ascensión del señor al gran valor de la unión de Jesús con sus apóstoles, para animarlos en su misión e inspirarlos en las dificultades.
No es otro el momento sino éste para decidirnos a vivir la alegría de orar, compartir, trabajar y luchar juntos por una familia, un colegio, una universidad, una comunidad en fraternidad.

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