La inflación anual en Colombia alcanzaba el 4.51% en el mes de septiembre, es decir, estaba en un rango aceptable considerando que el Banco Central fijó una inflación entre el 2% y el 4%, con una meta del 3% anual. El análisis es de Jaime Alberto Rendón, Director del Centro de Estudios e Investigaciones Rurales (CEIR) de la Universidad de La Salle,
Tan solo la inflación de alimentos al año corresponde al 12.96%, y su contribución a la inflación es del 43.49%. “Si no se consideraran los alimentos dentro de la inflación anual, la cifra estaría justamente en la meta del Banco (3.03%).
La inflación está al alza
Actualmente las familias están soportando en su consumo básico el 67.97% de la inflación. Precisamente son las familias las que han sido golpeadas por la pérdida de empleo y por la caída en sus ingresos, a lo que se suma el aumento de los precios en su canasta básica.
La subida de los alimentos viene siendo una tendencia mundial. Se aduce que es por problemas de cosechas, contenedores para el transporte, fletes y costos de mano de obra, explicaciones que no alcanzan a ser lo suficientemente creíbles.
“Para el caso de Colombia se han dado varias respuestas, que van desde: primero, el paro, que pasó hace tres meses; segundo; los problemas en las redes de logística y suministros internacionales, que vienen a afectar precisamente ahora y no cuando estábamos totalmente confinados y sin comercio exterior; tercero, el invierno que ha generado taponamiento de vías, cuando la pandemia mostró también que las poblaciones se abastecieron a través de circuitos cortos que permitieron una mayor eficiencia y eficacia de distribución”, advierte Rendón.
El experto lasallista también considera que “en últimas, el gobierno debe de estar satisfecho, pues lo que no logró vía IVA a la canasta lo va a hacer con la inflación. Con una inflación superior al 12% y un gasto de alimentos que podrá estar este año en los 300 billones –40 más que el año 2020–, sumado al impuesto al consumo y a los demás tributos, el gobierno podría obtener recursos adicionales a lo presupuestado, por valor de unos 6.5 billones de pesos”.
Sin duda, después de un año y medio de confinamientos totales y parciales, las prácticas de consumo y esparcimiento cambiaron. Ahora vendrá de la mano de un incremento en la demanda, pero también en el crédito.
Si en esto no se piensa desde ya, estaremos labrando el camino para el sobreendeudamiento y posterior impago de créditos de las familias, advirtiendo, con ello, la llegada de una nueva crisis. “Lo demás será ficticio y especulativo, basado en créditos para el consumo y en inflación. En especial con una inflación que golpea a los más débiles, a los pobres, vulnerables y a la clase media. Se juega, se especula y se ataca a los alimentos. Debería ser un delito, pero no lo es, pero sí dejará más pobres a los que ya lo son; y a los productores de alimentos, a los campesinos, con menos ventas, mayores costos y más expuestos aún a los designios de los intermediarios”, concluye Rendón.

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